viernes, 2 de marzo de 2012


Juego de Roles - Adopción 3/4 



He hablado ya sobre algunos argumentos utilizados con frecuencia por las personas que están en contra de la adopción por parte de las parejas homosexuales. Uno de los más conocidos es el que trata sobre el problema que presenta la repetición de un mismo sexo en la pareja de padres, basado esto en la suposición de que, para convertirse en un hombre, un niño necesita un modelo “masculino”, un padre, y para convertirse en “mujer”, una niña necesita un modelo femenino, su madre, y que en definitiva, un niño o niña necesita que ambos sexos se ocupen de su crianza para que esta esté completa o, al menos, sea la mejor posible. Ellos alegan que una pareja homosexual es incapaz de proveer ambos modelos necesarios para la crianza de un niño y que, incluso, el modelo presentado, ya sea masculino o femenino, no es el adecuado, a veces, llegando tan lejos como para afirmar que los padres gays harán que sus hijos sean gays también. Por lo tanto, debe negárseles el derecho de adopción.  Pero este argumento se sostiene sobre premisas debatibles y la experiencia cada vez nos va mostrando que sus conclusiones no son acertadas.

Primero, lo más claro es que la orientación sexual de los padres no determina la de los hijos.  Toda una generación de personas homosexuales nació de padres heterosexuales y fue criada por padres heterosexuales. Mis padres son heterosexuales y su orientación sexual, como pueden ver, no influyó en la mía. Simplemente esto no ocurre de este modo.  Los hijos criados por parejas homosexuales tienen la misma oportunidad que el resto de la población de ser gay o hetero.  Y si la incidencia de hijos gay llegara a ser mayor, en mucho se deberá a que los hijos gay criados por padres gay no tendrán que esconderse de ellos, podrán ser ellos mismos, pues no serán juzgados ni rechazados por sus padres, mientras que muchos gays hijos de padres heterosexuales sí esconden este hecho.  Esta idea de que los padres gay “adoctrinan” a sus hijos para que sean gays también es ridícula. Recuerden que, como ya he dicho, somos nosotros los que defendemos la idea de que la orientación sexual no puede forzarse en un individuo. La gente es lo que es y ya. Y, por último, este temor de que haya más gays está basado en la suposición de que hay algo muy malo en la homosexualidad, con lo cual no estamos de acuerdo. 

En segundo lugar, está la cuestión de los roles. Cada sociedad tiene sus roles de hombre y mujer, y trata de imponérselos a costa de lo que sea a cada individuo dependiendo de su sexo. Si quienes se oponen a la adopción por parte de los homosexuales esperan que nosotros eduquemos a nuestros hijos estrictamente conforme a los roles que han querido imponernos, están equivocados.  Y por supuesto se escandalizan por ello. Y exageran, creyendo que le pondremos vestidos rosas a nuestros hijos varones sólo para “desafiarlos”.  Pero esto no es así. A lo que me refiero es que, en una sociedad machista, o con valores religiosos muy arraigados, es inconcebible que los padres gay ofrezcan un modelo correcto de hombre y mujer a sus hijos porque ellos mismos no se ajustan a este modelo. Pero esto no significa que los padres gay sean incapaces de ser un buen ejemplo. El problema es que la sociedad intolerante quiere que, a fuerzas, el ser “un buen ejemplo” para los hijos incluya ajustarse totalmente a los roles de hombre y mujer pre-establecidos.  Y esos modelos, sorpresivamente, excluyen a la homosexualidad.  Es decir, según este razonamiento, tan sólo por ser homosexual ya no puedes ser un buen ejemplo para tus hijos. Y si se ha llegado a esa conclusión, entonces quiere decir que hay algo que no funciona en este razonamiento, porque se ignora todas las otras cualidades que los padres homosexuales sí pueden tener, los demás valores que pueden inculcar en sus hijos, la capacidad de proveerles con lo que necesitan y, sobre todo, la capacidad de amar a sus hijos.  Si sólo nos fijamos en que si los padres homosexuales se ajustan o no al modelo de los roles sociales en cuanto al género, nos encontraremos con que no pasarán la prueba. Pero ese criterio es injusto desde el punto de partida, e ignora las demás cualidades que hacen a una pareja merecedora del derecho de adopción.

Todo esto, sin mencionar que, si tomamos en cuenta esos otros aspectos que convierten a un padre en un buen modelo a seguir, encontraremos que muchas parejas heterosexuales no se ajustan a esto.  Son malos ejemplos.  Se ajustarán a los roles de hombre y mujer establecidos, vistiendo uno pantalones y la otra faldas, pero son incapaces de inculcar valores a sus hijos.  Muchos de ellos ni siquiera querían tener hijos, para empezar. Otros tantos, desafortunadamente, tienen que emprender esta tarea ellos solos, y aún así pueden hacerlo bien.  Por lo tanto, no debemos descalificar a los padres y negarles el derecho a la adopción sólo porque son homosexuales, sino tomar en cuenta otros criterios para encontrar, dentro del colectivo homosexual, aquellas parejas, o incluso individuos, con la voluntad y la capacidad para adoptar.  Eso es ser justo, y eso es pensar en los niños también. 

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