He hablado ya sobre
algunos argumentos utilizados con frecuencia por las personas que están en
contra de la adopción por parte de las parejas homosexuales. Uno de los más
conocidos es el que trata sobre el problema que presenta la repetición de un
mismo sexo en la pareja de padres, basado esto en la suposición de que, para
convertirse en un hombre, un niño necesita un modelo “masculino”, un padre, y
para convertirse en “mujer”, una niña necesita un modelo femenino, su madre, y
que en definitiva, un niño o niña necesita que ambos sexos se ocupen de su
crianza para que esta esté completa o, al menos, sea la mejor posible. Ellos
alegan que una pareja homosexual es incapaz de proveer ambos modelos necesarios
para la crianza de un niño y que, incluso, el modelo presentado, ya sea
masculino o femenino, no es el adecuado, a veces, llegando tan lejos como para
afirmar que los padres gays harán que sus hijos sean gays también. Por lo
tanto, debe negárseles el derecho de adopción. Pero este argumento se sostiene sobre premisas
debatibles y la experiencia cada vez nos va mostrando que sus conclusiones no
son acertadas.
Primero, lo más claro
es que la orientación sexual de los padres no determina la de los hijos. Toda una generación de personas homosexuales
nació de padres heterosexuales y fue criada por padres heterosexuales. Mis
padres son heterosexuales y su orientación sexual, como pueden ver, no influyó
en la mía. Simplemente esto no ocurre de este modo. Los hijos criados por parejas homosexuales
tienen la misma oportunidad que el resto de la población de ser gay o hetero. Y si la incidencia de hijos gay llegara a ser
mayor, en mucho se deberá a que los hijos gay criados por padres gay no tendrán
que esconderse de ellos, podrán ser ellos mismos, pues no serán juzgados ni
rechazados por sus padres, mientras que muchos gays hijos de padres
heterosexuales sí esconden este hecho. Esta idea de que los padres gay “adoctrinan” a
sus hijos para que sean gays también es ridícula. Recuerden que, como ya he
dicho, somos nosotros los que defendemos la idea de que la orientación sexual
no puede forzarse en un individuo. La gente es lo que es y ya. Y, por último,
este temor de que haya más gays está basado en la suposición de que hay algo
muy malo en la homosexualidad, con lo cual no estamos de acuerdo.
En segundo lugar,
está la cuestión de los roles. Cada sociedad tiene sus roles de hombre y mujer,
y trata de imponérselos a costa de lo que sea a cada individuo dependiendo de
su sexo. Si quienes se oponen a la adopción por parte de los homosexuales
esperan que nosotros eduquemos a nuestros hijos estrictamente conforme a los
roles que han querido imponernos, están equivocados. Y por supuesto se escandalizan por ello. Y
exageran, creyendo que le pondremos vestidos rosas a nuestros hijos varones
sólo para “desafiarlos”. Pero esto no es
así. A lo que me refiero es que, en una sociedad machista, o con valores
religiosos muy arraigados, es inconcebible que los padres gay ofrezcan un
modelo correcto de hombre y mujer a sus hijos porque ellos mismos no se ajustan
a este modelo. Pero esto no significa que los padres gay sean incapaces de ser
un buen ejemplo. El problema es que la sociedad intolerante quiere que, a
fuerzas, el ser “un buen ejemplo” para los hijos incluya ajustarse totalmente a
los roles de hombre y mujer pre-establecidos. Y esos modelos, sorpresivamente, excluyen a la
homosexualidad. Es decir, según este
razonamiento, tan sólo por ser homosexual ya no puedes ser un buen ejemplo para
tus hijos. Y si se ha llegado a esa conclusión, entonces quiere decir que hay
algo que no funciona en este razonamiento, porque se ignora todas las otras
cualidades que los padres homosexuales sí pueden tener, los demás valores que
pueden inculcar en sus hijos, la capacidad de proveerles con lo que necesitan
y, sobre todo, la capacidad de amar a sus hijos. Si sólo nos fijamos en que si los padres
homosexuales se ajustan o no al modelo de los roles sociales en cuanto al
género, nos encontraremos con que no pasarán la prueba. Pero ese criterio es
injusto desde el punto de partida, e ignora las demás cualidades que hacen a
una pareja merecedora del derecho de adopción.
Todo esto, sin
mencionar que, si tomamos en cuenta esos otros aspectos que convierten a un
padre en un buen modelo a seguir, encontraremos que muchas parejas
heterosexuales no se ajustan a esto. Son
malos ejemplos. Se ajustarán a los roles
de hombre y mujer establecidos, vistiendo uno pantalones y la otra faldas, pero
son incapaces de inculcar valores a sus hijos. Muchos de ellos ni siquiera querían tener
hijos, para empezar. Otros tantos, desafortunadamente, tienen que emprender
esta tarea ellos solos, y aún así pueden hacerlo bien. Por lo tanto, no debemos descalificar a los
padres y negarles el derecho a la adopción sólo porque
son homosexuales, sino tomar en cuenta otros criterios para encontrar, dentro
del colectivo homosexual, aquellas parejas, o incluso individuos, con la
voluntad y la capacidad para adoptar. Eso es ser justo, y eso es pensar en los niños
también.
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