El mundo se acaba y no me
importa. Es posible que la humanidad haya estado esperando el fin desde el
principio, y es claro que ya son varias las profecías al respecto que han
fallado. Creo que el mundo se acabará, por supuesto, pero no creo en las
profecías sobre el fin del mundo. Finalmente, estas profecías tienden a
proponer que es la humanidad la que llegará a su fin, con un evento de tipo
cósmico, espiritual (como el arrobamiento) o alguna catástrofe terrestre de
proporciones nunca antes vistas. Una de ellas sostiene que el mundo acabará en
diciembre de este año, al menos así es en la cultura popular. Algo parecido
ocurrió en el año dos mil y, justo después de que cruzamos esa barrera y nos
dimos cuenta de que seguíamos con vida, no nos tardamos nada en comenzar a
hablar de reajustes debido a imprecisiones históricas, a la inexistencia del
año cero, a la invalidez de esa teoría previa, y así hubo una nueva fecha qué
temerle: al año dos mil doce. Este año. Pero hay varias razones por las cuales
pienso seguir viviendo como si nada fuera a ocurrir. ¿Por qué?
1.- Todas las profecías sobre el fin del mundo han
fallado hasta ahora.
¿Seguimos con vida, no? A pesar
de todos esos momentos en que la humanidad se puso nerviosa ante el cambio de
fecha o las palabras de algún profeta, la vida humana continuó y el mundo
siguió existiendo. Por eso es que
estamos aquí ahora. Si estas teorías han fallado con anterioridad, pueden
volver a hacerlo. Y lo harán.
2.- Las profecías no son
confiables porque son imprecisas y no se basan en la evidencia.
En cambio, se basan en el temor,
la especulación, la superstición y la dudosa interpretación de escritos y
supuestas predicciones. ¿Qué factor observable nos indica que habrá un
cataclismo en el último mes de este año que acabará con la raza humana? ¿Una profecía maya que según especifica una
fecha pero no qué es lo que ocurrirá exactamente? Llega el punto en el que la
profecía apuesta a la ocurrencia de una gran causalidad más que a sus poderes
predictivos, que a la observación, que a la evidencia. Por lo
tanto, ¿por qué habría de creer que el fin se acerca?
3.- Si la profecía es verdadera, entonces no hay
modo de evitar el fin del mundo.
¿Qué se puede hacer contra este
evento? Si es cierto que el mundo acabará de manera tan repentina, nada de lo
que hagamos, ni siquiera como colectivo, podrá evitarlo. Además, como ya he
dicho, no hay evidencia de que en realidad ocurrirá en la fecha pronosticada,
no hay una descripción detallada de lo que debemos esperar que suceda y, estas
circunstancias, no hay medida preventiva que resulte prudente ni efectiva.
4.- Vivir “como si ya se fuera a
acabar el mundo” sería una muy mala idea.
Imaginen que tuviéramos la
certeza de que ya se acabará el mundo.
Tal vez piensen que es hora de hacer todo aquello que quisieran, de
aprovechar el tiempo que les queda al máximo y de hacer muchas cosas que, de
otra manera, no harían: renunciar a su trabajo, irse a viajar por el mundo,
quebrantar la ley, darse a los excesos y muchas más. Pero si tuviéramos esta
certeza, entonces todos los demás podrían pensar lo mismo, y si todos renuncian
a su trabajo y dejan de obedecer la ley para darse a los excesos, pues…
entonces nadie podría hacer lo que quisiera realmente y la mejor idea sería
recluirnos en nuestras casas buscando la mayor seguridad posible en un mundo
que se habría vuelto un caos. No sería buena idea, entonces, pensar que ya nada
importa y actuar de este modo aunque el mundo ya vaya a acabarse. Y eso que estamos imaginando que estamos
seguros de que el fin está cerca:
recordemos que, en realidad no lo sabemos y no hay evidencia de que esto vaya a
ocurrir así. Con menos razón, pues, podemos arrojar todo por la borda. Para ver
un ejemplo de lo que digo, no tenemos que ir muy lejos: el año pasado, en
estados unidos, el evangelista Jarol Camping predijo la fecha del fin del
mundo, del arrobamiento, y falló 2 veces. Antes de la primera fecha, el
veintiuno de mayo, convenció a miles de creyentes de apoyarlo con donaciones
para realizar una campaña masiva y poder advertir al mayor número de personas
sobre lo que ocurriría. Muchos vendieron sus propiedades, renunciaron a sus
trabajos, se deshicieron de sus ahorros. Y siguen aquí.
5.- Si la proximidad del fin del
mundo te hace desear hacer todas estas locuras, entonces el problema no está
en esta proximidad.
Más bien, está en la manera en
que has vivido y sigues viviendo hasta ahora. ¿Por qué de pronto habría de
cambiar radicalmente mi manera de actuar, de ver y vivir la vida? Si es cierto
que estoy conforme con mis decisiones y mi manera de ser y actuar, entonces ni
siquiera el fin del mundo tendría por qué hacerme cambiar de opinión en los
aspectos más fundamentales. Entiendo que
vivir pensando en que la muerte propia o de la humanidad es lejana no es lo
mismo que tenerla de cerca, como cuando una persona sufre de una enfermedad
terminal, es esperable que esto nos sacuda, que pueda cambiar nuestra
perspectiva de las cosas, pero entonces, ¿por qué esperar hasta el terrible
anuncio de nuestro fin próximo para hacerlo?
No quisiera sonar como libro de
superación personal, no es mi intención. Sólo quise compartir con ustedes
algunas de las razones que me hacen olvidar que el mundo se va a acabar en el
dos mil doce. Si tanto nos preocupa el
fin de la humanidad, entonces apoyemos estos temores en la observación de lo
que sí está ocurriendo y de lo que sí va a ocurrir si seguimos así: la
explotación despreocupada de nuestros recursos naturales, el colapso de las
economías, el comienzo de nuevas guerras, todo eso es más real y preocupante
que el fin súbito de nuestra existencia a fin de este año como resultado de una
profecía sin fundamento. Y no sólo eso,
lo mejor es que, como podemos observar estos fenómenos, también podemos hacer
algo al respecto.
Y tú, ¿ya estás listo para el
fin del mundo?
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