lunes, 13 de febrero de 2012

Fin del mundo


El mundo se acaba y no me importa. Es posible que la humanidad haya estado esperando el fin desde el principio, y es claro que ya son varias las profecías al respecto que han fallado. Creo que el mundo se acabará, por supuesto, pero no creo en las profecías sobre el fin del mundo. Finalmente, estas profecías tienden a proponer que es la humanidad la que llegará a su fin, con un evento de tipo cósmico, espiritual (como el arrobamiento) o alguna catástrofe terrestre de proporciones nunca antes vistas. Una de ellas sostiene que el mundo acabará en diciembre de este año, al menos así es en la cultura popular. Algo parecido ocurrió en el año dos mil y, justo después de que cruzamos esa barrera y nos dimos cuenta de que seguíamos con vida, no nos tardamos nada en comenzar a hablar de reajustes debido a imprecisiones históricas, a la inexistencia del año cero, a la invalidez de esa teoría previa, y así hubo una nueva fecha qué temerle: al año dos mil doce. Este año. Pero hay varias razones por las cuales pienso seguir viviendo como si nada fuera a ocurrir. ¿Por qué?

1.-  Todas las profecías sobre el fin del mundo han fallado hasta ahora.
¿Seguimos con vida, no? A pesar de todos esos momentos en que la humanidad se puso nerviosa ante el cambio de fecha o las palabras de algún profeta, la vida humana continuó y el mundo siguió existiendo.  Por eso es que estamos aquí ahora. Si estas teorías han fallado con anterioridad, pueden volver a hacerlo. Y lo harán.

2.- Las profecías no son confiables porque son imprecisas y no se basan en la evidencia.  
En cambio, se basan en el temor, la especulación, la superstición y la dudosa interpretación de escritos y supuestas predicciones. ¿Qué factor observable nos indica que habrá un cataclismo en el último mes de este año que acabará con la raza humana?  ¿Una profecía maya que según especifica una fecha pero no qué es lo que ocurrirá exactamente? Llega el punto en el que la profecía apuesta a la ocurrencia de una gran causalidad más que a sus poderes predictivos, que a la observación, que a la evidencia.   Por lo tanto, ¿por qué habría de creer que el fin se acerca?

3.-  Si la profecía es verdadera, entonces no hay modo de evitar el fin del mundo.  
¿Qué se puede hacer contra este evento? Si es cierto que el mundo acabará de manera tan repentina, nada de lo que hagamos, ni siquiera como colectivo, podrá evitarlo. Además, como ya he dicho, no hay evidencia de que en realidad ocurrirá en la fecha pronosticada, no hay una descripción detallada de lo que debemos esperar que suceda y, estas circunstancias, no hay medida preventiva que resulte prudente ni efectiva.

4.- Vivir “como si ya se fuera a acabar el mundo” sería una muy mala idea.
Imaginen que tuviéramos la certeza de que ya se acabará el mundo.  Tal vez piensen que es hora de hacer todo aquello que quisieran, de aprovechar el tiempo que les queda al máximo y de hacer muchas cosas que, de otra manera, no harían: renunciar a su trabajo, irse a viajar por el mundo, quebrantar la ley, darse a los excesos y muchas más. Pero si tuviéramos esta certeza, entonces todos los demás podrían pensar lo mismo, y si todos renuncian a su trabajo y dejan de obedecer la ley para darse a los excesos, pues… entonces nadie podría hacer lo que quisiera realmente y la mejor idea sería recluirnos en nuestras casas buscando la mayor seguridad posible en un mundo que se habría vuelto un caos. No sería buena idea, entonces, pensar que ya nada importa y actuar de este modo aunque el mundo ya vaya a acabarse.  Y eso que estamos imaginando que estamos seguros de que el  fin está cerca: recordemos que, en realidad no lo sabemos y no hay evidencia de que esto vaya a ocurrir así. Con menos razón, pues, podemos arrojar todo por la borda. Para ver un ejemplo de lo que digo, no tenemos que ir muy lejos: el año pasado, en estados unidos, el evangelista Jarol Camping predijo la fecha del fin del mundo, del arrobamiento, y falló 2 veces. Antes de la primera fecha, el veintiuno de mayo, convenció a miles de creyentes de apoyarlo con donaciones para realizar una campaña masiva y poder advertir al mayor número de personas sobre lo que ocurriría. Muchos vendieron sus propiedades, renunciaron a sus trabajos, se deshicieron de sus ahorros. Y siguen aquí.

5.- Si la proximidad del fin del mundo te hace desear hacer todas estas locuras, entonces el problema no está en  esta proximidad.
Más bien, está en la manera en que has vivido y sigues viviendo hasta ahora. ¿Por qué de pronto habría de cambiar radicalmente mi manera de actuar, de ver y vivir la vida? Si es cierto que estoy conforme con mis decisiones y mi manera de ser y actuar, entonces ni siquiera el fin del mundo tendría por qué hacerme cambiar de opinión en los aspectos más fundamentales.  Entiendo que vivir pensando en que la muerte propia o de la humanidad es lejana no es lo mismo que tenerla de cerca, como cuando una persona sufre de una enfermedad terminal, es esperable que esto nos sacuda, que pueda cambiar nuestra perspectiva de las cosas, pero entonces, ¿por qué esperar hasta el terrible anuncio de nuestro fin próximo para hacerlo?
No quisiera sonar como libro de superación personal, no es mi intención. Sólo quise compartir con ustedes algunas de las razones que me hacen olvidar que el mundo se va a acabar en el dos mil doce.  Si tanto nos preocupa el fin de la humanidad, entonces apoyemos estos temores en la observación de lo que sí está ocurriendo y de lo que sí va a ocurrir si seguimos así: la explotación despreocupada de nuestros recursos naturales, el colapso de las economías, el comienzo de nuevas guerras, todo eso es más real y preocupante que el fin súbito de nuestra existencia a fin de este año como resultado de una profecía sin fundamento.  Y no sólo eso, lo mejor es que, como podemos observar estos fenómenos, también podemos hacer algo al respecto. 

Y tú, ¿ya estás listo para el fin del mundo?

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