¿Qué
gobierno es éste que no admite que yo elija el sexo de mi cónyuge? Así es,
señoras y señores, el monstruo gobierno con todos sus tentáculos, ha amarrado
uno alrededor de la libre elección de nuestra pareja legal, y todavía se cree
con este derecho. ¿Por qué es el gobierno, y no yo, el que determina si mi
cónyuge es hombre o mujer? En dado caso, seré yo el que comparta mi vida diaria
y mis derechos con esta persona, no cualquiera de las personas que componen el
gobierno. Yo me despertaré por las mañanas y encontraré a esta persona a mi
lado y, al acostarme, también estará ahí. Seré yo quien lo llame para decirle
dónde estoy, yo quien lo cuide si se enferma, yo quien comparta sus gastos, yo
quien le haga el amor, yo quien le herede mis pertenencias si muero primero, yo
y nadie más que yo. Si alguien tiene derecho a elegir si mi compañero será
hombre o mujer, creo que ese soy yo. Y ya es hora de que el gobierno lo
reconozca esta unión cuando ocurra.
Gobierno:
escucha mi reclamo individual. Es más razonable que ese barullo público que de
manera obtusa te exige que dejes las leyes tal y como están. Que si soy hombre,
sólo pueda casarme con una mujer, que si soy mujer, sólo con un hombre, y que
todos estos derechos derivados del matrimonio sólo puedan gozarlos aquellas
parejas compuestas así. Pero si soy hombre y estoy con un hombre, o si soy
mujer y estoy con otra mujer, ¿por qué la sociedad es de la opinión de que no
nos merecemos tener los mismos derechos? Ellos no se quejan porque sobre ellos
no pesa tu sentencia, gobierno, ellos no la sienten, porque ésta coincide con
su manera de ver la vida, pero, ¡ay gobierno!, ¿por qué sigues ignorando la
nuestra?
No
tienes nombre, Gobierno, porque cada territorio te da uno distinto, pero donde
quiera que estés, contéstame: ¿por qué sigues escuchando a esos hipócritas?
Desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, y a veces hasta en nuestros
sueños, los que se oponen al matrimonio homosexual nos exigen ser buenos
ciudadanos, darte el dinero de nuestros impuestos y ayudar con nuestro trabajo
al progreso del estado. Nos exigen cargar con las mismas obligaciones, ¡pero se
les erizan los cabellos si nos atrevemos a pedir los mismos derechos! Y tú,
gobierno, te hundes en el mismo pantano de hipocresía igual que ellos, porque
les haces caso e ignoras nuestros justos reclamos.
¿Hasta
cuándo, Gobierno? ¿Hasta cuándo vas a reconocerme como ciudadano de primera y
única categoría como al resto? ¿Hasta cuándo vas a darme por completo el
derecho de vivir mi vida y formar mi familia como mejor me parezca así como lo
tienen los demás? ¿Hasta cuando dejarás de escuchar a esos egoístas? ¿Hasta
cuándo dejarás de ser cómplice instrumental de la discriminación? ¿Cuándo harás
lo correcto?
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