El infierno. ¿Alguna vez te
han mandado ahí? Donde quiera hay gente que está convencida de que los gay
terminarán ahí, y cada vez que mandan a los gay al infierno, también me mandan
a mí. Para ellos, la práctica de la homosexualidad es un pecado, algo
terrible y vergonzoso, y esto está más
allá de toda duda o cualquier discusión. Ya sea que lo hagan de manera agresiva,
con odio, o sintiendo auténtica pena por los gay, el hecho es que nos siguen
mandando al infierno.
Este
castigo eterno, es un argumento muy frecuente contra la homosexualidad. Es
decir, si uno realiza este tipo de prácticas pecaminosas puede terminar allí,
por lo tanto no sólo debe uno evitar practicar la homosexualidad sino que, por el bien de todos
y de la sociedad en conjunto, es válido aprobar leyes, prácticas y reglas
sociales que castiguen, prohíban, o al menos limiten a los homosexuales. Ante
esto, nuestra respuesta natural es tratar de explicarles que uno no se va a al
infierno por eso, o que uno no cree en la existencia de Dios o el infierno. Sin
embargo, me parece que hay otra pregunta que puede hacérsele a estas
personas: ¿Y si yo quiero ir ahí?
No
me malentiendas: yo no quiero irme al infierno, es más, no creo que exista;
sólo estoy tratando de probar un punto aquí. Así, imaginemos que yo me quiero
ir al infierno, lo he decidido, ahí quiero pasar la eternidad. ¿No puedo yo
tomar mis propias decisiones? Tal vez no es eso lo que nadie quiera para mí,
pero si es lo que yo quiero para mí mismo, ¿por qué serán los demás los que
decidan dónde he de pasar la eternidad? Es mi destino, es mi eternidad y la de
nadie más la que está en juego, y si quiero pasarla entre las llamas, entonces que
así sea y que nadie se entrometa.
Esto,
por supuesto, es un juego de palabras. Ya dije que no creo en el infierno. Lo
que pasa es que, lo que para unos es "irse al infierno", para mí es
"expresar mi sexualidad libremente". Para ellos ese ejercicio de mi
libertad sexual es "decidir irse al infierno", alejarse de Dios, así
que estas son sus palabras, no las mías. En la práctica de la homosexualidad yo
no veo una eternidad de sufrimiento como consecuencia. Pero muchas personas si
lo hacen. Así que, en vez de tratar de convencerlas de que el infierno no
existe, o de que no creo que si Dios existe nos castigue a los gay de ese modo,
simplemente les pediré que respeten mi decisión de irme al infierno, o, mejor
dicho, de expresar libremente mi sexualidad, pues creo que tomar esas
decisiones me corresponde a mí, así como cada quien decide qué camino tomar.
Si
tú eres gay y crees en Dios, déjame decirte que no creo que él haya preparado
el infierno para nosotros. No tiene sentido. Siéntete libre para creer en un Dios
de verdadero amor al cual nunca se le habría ocurrido encender ni una fogata
para castigar nuestras almas sólo porque somos gay. Si alguien te amenaza en el
nombre de Dios, ten en cuenta que tal vez no lo convenzas de que Dios no está
de acuerdo con él. Lo que si podemos hacer, de una vez por todas, es pedirles
que, así como nosotros no nos interponemos en su camino hacia el cielo,
nosotros no queremos a nadie que nos estorbe en la libre expresión de nuestra
sexualidad. Y, ¿por qué no?, tal vez el cielo se encuentra al final de este
sendero también.
Y
tú, ¿qué piensas?
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